El pasado domingo 4 de abril el diario El Mercurio publicó en su cuerpo de reportajes, una entrevista a Pedro Güell, académico de la Universidad Alberto Hurtado e investigador asociado al Centro Interdisciplinar de Políticas Públicas, CiPP. Durante la entrevista, el académico abordó diversos temas, entre ellos su mirada sobre el último mandato de la presidenta Michelle Bachelet, de quien Güell fue uno de sus asesores más cercanos y su visión sobre la coalición de centro izquierda, la situación actual del país y los principales desafíos que enfrenta.
El académico asegura que del «bacheletismo» permanece la certeza de que Chile necesita y puede empujar cambios de fondo en varios ámbitos, “especialmente frente a las desigualdades de distinto tipo, al modelo extractivista y poco innovador de desarrollo, en las bases de la seguridad y bienestar social”. También destaca que “permanece la demanda de que los cambios deben ser impulsados con participación social, y coronados con la elaboración de una nueva Constitución”. Sobre el estallido social de octubre de 2019, Pedro Güell explica que este hecho mostró algo de más larga data, acentuándose dramáticamente después: “que la sociedad percibía que el sistema político y los liderazgos institucionales hacían oídos sordos a sus vivencias de abusos y desigualdades y a sus demandas de bienestar y seguridad”. Además, hace una crítica a la tesis de los “30 años”, explicando que es erróneo pensar “o que todo fue bueno y se debe seguir haciendo lo mismo, o que todo fue malo y hay que condenarlo en bloque, puesto que la historia es mucho más compleja que eso”.
Respecto a los candidatos en carrera a la presidencia, Güell explica que las encuestas muestran que nadie está bien posicionado, y el numero de personas que no tiene un candidato definido supera en casi cuatro veces al candidato mejor posicionado que no suele pasar de 15 puntos; por lo tanto “la sociedad no se siente interpretada por los liderazgos en vitrina”. Sobre su mirada del Chile actual, comenta que Octubre del 2019 ya es pasado y que a partir de entonces y con la actual pandemia “ha surgido un presente inédito, con desafíos que no tienen que ver solo con las deudas o errores de algún pasado remoto”. En este sentido, “las tesis del malestar o las del origen del estallido, por acertadas que sean, ya no bastan para entender bien el presente. Hoy estamos ante nuevas posibilidades y nuevas fragilidades, nuevas certezas y nuevos miedos. Hoy ya no nos creemos los mitos que fundaron parte de nuestros sentidos comunes en el pasado, como que somos clase media o que la posición social se adquiere con el mérito, o que tenemos relaciones sociales modernas porque estamos en la OCDE. Pero hoy tenemos en cambio más confianza en que políticamente se puede más de lo que nos dijeron, como tener una nueva Constitución o el retiro de los fondos previsionales. Nos sentimos más vulnerables como efecto de los conflictos y sobre todo de la pandemia, demandamos más apoyo del Estado, y valoramos su existencia y demandamos políticas de seguridad universales.
Pero, al mismo tiempo, nos sentimos más confiados en nuestras capacidades individuales y familiares para sobrevivir, después de todo, parte importante de esta crisis la estamos enfrentando con recursos propios, emocionales y materiales. Experimentamos y denunciamos las desigualdades más intensamente, pero hemos reforzado prejuicios y temores frente a los otros. Despreciamos a los tecnócratas, pero confiamos más que nunca en la ciencia para solucionar los problemas. Renegamos de la política y sus cadenas de representación, pero votamos con entusiasmo en un plebiscito para cambiar la Constitución. Nuestro presente está hecho de esas contradicciones inéditas. Ya no basta con corregir el pasado, viene el tiempo de innovar y atreverse. El que se quede discutiendo sobre el pasado, pierde”. Sobre la capacidad que tendrá el proceso constituyente de encauzar la crisis institucional del país, el académico señala que “hay demasiadas expectativas puestas en la capacidad del debate y redacción constitucional para canalizar el conjunto de la crisis social y pocos esfuerzos por generar acuerdos en torno a las demandas que no aceptan más demoras”, haciendo referencia a las reformas a los sistemas de seguridad y bienestar social o a los problemas de orden público. Señala que hoy es igualmente urgente y clave para nuestra democracia y crisis actual, llevar a buen puerto el debate y redacción constitucional como lo es comenzar la discusión y diseño de una agenda de reformas sociales y económicas.
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