Inflación de Costo
“La revista The Economist revela que la inflación de costo ha sido históricamente un buen predictor de protestas masivas, disturbios y violencia política”, destaca Carlos J. García, investigador del Centro Interdisciplinar de Políticas Públicas (CiPP) y académico de la Universidad Alberto Hurtado, quien publicó en la Revista Observatorio Económico de la Facultad de Economía y Negocios de la UAH el artículo “Inflación de costo: hambre, frío y desempleo”.
Los precios del trigo, azúcar, maíz y la soja aumentaron en los mercados internacionales, al igual que la energía. Los alimentos y el transporte inciden significativamente en este tipo de aumento de precios que los economistas definen como “inflación de costo”.
En Chile la deuda del gobierno está a un nivel manejable si se compara con otros países, considera García. Por ello, plantea el docente, la ayuda directa a los ciudadanos más afectados por esta “inflación de costo” se puede hacer solo aumentando la deuda en el corto plazo.
La situación en Chile se vuelve compleja considerando la situación fiscal del gobierno. En este último año el precio del cobre cayó y la Reserva Federal de los Estados Unidos, buscando detener la inflación, aumentó la tasa de interés disparando el precio del dólar en los mercados. “Puesto que la mayoría de los precios de nuestras importaciones está en dólares, los precios de todas las importaciones en pesos vuelven a subir”, puntualiza el académico.
El Banco Central decidió subir la tasa de interés a 9,75% para frenar el gasto en consumo e inversión privada encareciendo el crédito. “No obstante, frenar la economía trae consigo otra maldición: el desempleo”, sentencia el investigador.
Todo este escenario es, según García, un cóctel político y social explosivo para el gobierno. “En términos técnicos se le llama a esta mezcla maldita “estanflación”. Para el ciudadano común es hambre, frío y mayor desempleo”, aclara el economista.
Carlos J. García dice que algunos reclaman subsidios, fijaciones de precios y reducciones de impuestos. Sin embargo, explica el especialista, estos son instrumentos demasiado amplios favoreciendo a todos, incluidos a aquellos que no necesitan la ayuda. Para él un camino más cierto es la ayuda directa, pero a costa de varios puntos más de deuda pública sobre el PIB. “Nada es gratis, y ayudar tampoco será en esta coyuntura”, puntualiza el docente. “Parece que crecemos, que nos aproximamos al desarrollo, pero de un plumazo volvemos reiteradamente al subdesarrollo o, mirando el vaso medio lleno, a una situación de economía emergente permanente en que el fantasma del hambre, del frío y el desempleo no desaparece”, concluye García.
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